El peor edificio del mundo (Primer escrito sobre Can Feliz)

Soy la única estudiante de Arquitectura entre mis amigos. También entre todos mis familiares y en mi casa. Así que a veces me preguntan que qué pienso de tal edificio, que cómo puede ser que hayan construido esto, o que por qué esa fachada blanca sólo tiene una ventana tan pequeña. A mí me encanta explicárselo a cada uno, me gusta darme cuenta así, de que conozco más porqués de los que imagino. Por supuesto me queda muchísimo muchísimo muchísimo por conocer y tengo las mismas ganas por saberlo. Pero no sólo me doy cuenta de todo lo que llevo aprendido, sino que veo cada vez mi opinión crítica y mis gustos más afianzados. Surgen debates sobre arte moderno y me enervo.
¿Qué entiende por Arquitectura la gente que no tiene ningún contacto con ella? Técnica, avances constructivos, maquinaria, grúas y socavones de tierra. Eso por lo general. Cuando mi abuela me pregunta por la carrera siempre me suelta: “Bueno hija, ¿y cuando vas a construir un edificio?”. Qué sencillo ¿no? Construir un edificio. Suena como dibujarlo y mandarlo a la obra. O ni siquiera dibujarlo, olvidemos la parte más personal del oficio. Como en algunas películas donde de repente aparece la maqueta en un despacho de hombres trajeados de una constructora y al día siguiente las grúas levantan vigas de acero para colocarlas. ¿Entiendes tú, lector, así la Arquitectura? ¿Cómo algo mecánico, falto de sensibilidad y emoción? La emoción es importantísima en Arquitectura.

Piensa en un espacio que te conmueva, en un espacio donde inconscientemente te lleve a estar en silencio sorprendido por la grandiosidad de su belleza, no por su gran tamaño y sus altos pilares, sino por la verdad que encierra. Con el edificio que tienes en mente te daré un breve esbozo de lo que a mis ojos significa hacer ARQUITECTURA. 
Los arquitectos crean espacios. Crean un espacio que estará de por vida en silencio o arropado por murmullos, como una Iglesia o una biblioteca; o en constante movimiento y lleno de voces y gritos, como un colegio de primaria; o ni siquiera ninguna de las anteriores, como por ejemplo un mirador al mar, donde la contemplación y la admiración de la fuerza de la naturaleza son la norma. Todos estos espacios no son ni mucho menos parecidos. Las emociones y sentimientos que experimentamos en estos lugares no tienen nada que ver. Tampoco tienen que ver los materiales con que han sido construídos. El colegio de primaria estará lleno de colores, formas y superficies divertidas de tacto agradable, mientras que la Iglesia pondrá en valor un material tradicional como la madera tallada y la piedra pulida. En el caso del mirador la protagonista de la obra es la madre océana, no le quitemos ese papel. Una plataforma bien enmarcada, un camino que nos lleve a ella y un banco.

Tanto es así, que cuando el arquitecto danés de la ópera de Sidney Jorn Utzon, soñó con Can Feliz en Palma de Mallorca, se imaginó todo esto. Se veía paseando por el camino de tierra que lleva a la casa levantando algo de polvo al caminar. Sin vecinos alrededor, abre la puerta y deja entrar al perro primero. Se imaginaba dejando las llaves en una de las superficies cerámicas que con tan buen gusto diseñó, y paseando descalzo hasta la cocina sintiendo la piedra a veces fría y otras caliente por el sol. Pensaba en el chirrido al abrir la puerta de madera que separa la cocina – salón del espacio exterior, y respirar el aire fresco de la montaña mallorquina. Las carpinterías de las ventanas sólo se aprecian desde el exterior de la vivienda; en el interior cuadros del paisaje enmarcados en piedra.
Dentro nos fascina, pero al salir fuera confirmamos que efectivamente lo que hizo Utzon fue honrar la piedra de marés con la mayor destreza, humildad y elegancia posibles, y ciertamente, no hubiera habido mejor material para esta casa. Se sitúa en una pequeña colina rodeada por alta vegetación, sin vallas ni fronteras que la limiten con la naturaleza, y así, la casa de piedra se funde con ella sin conocer realmente donde empieza y donde termina la propiedad. Como una ermita que ha emergido de la tierra silenciosamente en la noche. Un homenaje a la isla, un refugio para el alma.  
Pero todo esto no importa. Una abuela y una madre siempre verán al niño con los mejores ojos. ¿De qué sirve esta poesía? ¿De qué nos vale este cuento de hadas en la época que vivimos? Donde se olvida la trascendencia y se premia la rapidez, la prontitud, la eficacia, la eficiencia, los beneficios, el rendimiento, la comisión, la rentabilidad… En este tiempo, Can Feliz podría ser el santuario griego de la época, pero, ¿para qué? Este podría ser el peor edificio del mundo.

1 comentario:

Felipe dijo...

La buena Arquitectura no se puede explicar... Hay que vivirla para poder apreciarla. Y poca gente tiene la fortuna que tú tienes de haber vivido con paz y reposo Can Lis y Can Feliz. Los lugares que el maestro Utzon hizo para el descanso de su propia alma frente al mar.

Buen análisis y bella descripción.
Orgulloso de ti.